Una persona sana puede infectarse pero seguramente no de sintomatología ya que su sistema inmunitario actúa en contra de la bacteria. En los niños se ha visto que es especialmente difícil diagnosticar la enfermedad.
Sin embargo, en los afectados sobre los que sí causan síntomas se suelen ver: tos, a veces acompañada con esputo que a su vez puede contener sangre; dolor torácico, pérdida de peso, fiebre y sudoración nocturna.
Es una enfermedad que se puede tratar y llegar a curarse. La forma activa sensible a los antibióticos se trata con una combinación estándar de cuatro medicamentos antimicrobianos que se administra durante seis meses (a veces hasta un año). Debe seguirse activamente por parte del personal sanitario para que realmente el tratamiento tenga efecto y asegurarse de que se toma sin faltar a ninguna dosis.
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